Tribuna-bol-abril-2024

Tribuna

(abril 2024)

María Auxiliadora Prieto
IP del grupo de Biotecnología de Polímeros en el CIB-CSIC y vicepresidenta SEBiot

Bioplásticos, una gran oportunidad con muchos retos

Cada año se producen 460 millones de toneladas de plásticos. Esta producción masiva y la acumulación de estos residuos recalcitrantes en el medioambiente provocan un gran impacto en diferentes ecosistemas. Los bioplásticos de origen renovable, biodegradables y/o compostables, se presentan como una alternativa más sostenible para la gestión de los residuos plásticos, a la vez que ayudan a reducir la huella de carbono. Pero la extensión de su uso genera múltiples retos, científicos, económicos y normativos.

Los plásticos se encuentran en todas partes —embalajes, electrodomésticos, dispositivos electrónicos, textiles, edificios y canalizaciones, productos cosméticos y sanitarios…—, porque ofrecen cuatro grandes ventajas frente a otros materiales: son versátiles, ligeros, baratos y duraderos. Pero esa durabilidad es, precisamente, lo que los convierte en una gran amenaza ambiental.

Cada año se generan casi 300 millones de toneladas de residuos plásticos y solo se recicla algo más del 20%, un 27% se incinera de forma controlada (lo que permite recuperar energía pero genera residuos contaminantes) y el resto va a vertederos o directamente a la naturaleza.

Los plásticos son imprescindibles para la industria y la vida cotidiana, pero es urgente buscar alternativas a los plásticos de origen fósil, diseñando plásticos más amigables con el medio ambiente, reducir el uso de aditivos problemáticos y mejorar la gestión de los residuos.

Debido a su naturaleza inerte, hasta hace poco creíamos que los plásticos eran inocuos, pero ahora sabemos que los microplásticos que se generan, y alguno de los aditivos químicos que contienen y que se pueden liberar a lo largo del tiempo, son una amenaza directa para la salud humana y animal.
Las estrategias para reducir la contaminación pasan por promover un consumo responsable y una reducción de la demanda (lo que requiere marcos normativos y legislativos adecuados), por la mejora de las tecnologías de reciclaje (mecánico, químico o biotecnológico), por la aplicación del ecodiseño (incluyendo objetivos de reducción de la contaminación y reciclaje desde la misma concepción del producto), y por el uso de materias primas más sostenibles, de base biológica.

En este contexto, los bioplásticos se presentan como una alternativa importante a los plásticos convencionales, porque tienen una huella de carbono más reducida y ofrecen más opciones de gestión de los residuos, aunque ahora mismo representan menos del 1% de la producción mundial de plásticos.

El término «bioplástico» es controvertido, ya que comprende materiales no biodegradables, que pueden ser de base biológica (como el bioPE o el bioPET), compostables/biodegradables pero de origen fósil (por ejemplo, PBAT o PCL) o una combinación de ambas propiedades (por ejemplo, PHA, PLAs o polímeros a base de almidón). Los plásticos biobasados como el PLA se producen mediante fermentación microbiana —que da lugar a monómeros que luego se polimerizan químicamente— o, como en el caso de los PHAs, mediante factorías bacterianas que acumulan estos biopolímeros como inclusiones intracelulares.

La diversidad de los bioplásticos plantea retos importantes a la hora de introducirlos de manera masiva en la industria y la economía. A veces, se asume erróneamente que el uso de bioplásticos resuelve de forma automática el problema de la gestión de los residuos plásticos, pero ni todos los bioplásticos son biodegradables, ni lo son de la misma manera y en los mismos plazos, y la degradación de un mismo material puede verse alterada significativamente por las condiciones del entorno. Los bioplásticos también pueden contener aditivos y falta investigación sobre la ecotoxicidad que podría generar su acumulación en el medioambiente.

Indudablemente, los bioplásticos son una pieza clave de la economía circular. Por un lado, la investigación biotecnológica está obteniendo grandes resultados en la producción de bioplásticos a partir de residuos de todo tipo, por el otro, puede reducir el impacto ambiental en relación a los plásticos de origen fósil. Muchas de las estrategias de reciclaje de bioplásticos —especialmente las basadas en procesos enzimáticos— han sido probadas con éxito a escala de laboratorio, pero se requiere aún mucha investigación para su implementación industrial —como pudimos ver recientemente en la jornada Plastics: Challenges and Biotechnological Solutions, de la EFB, en la que hemos colaborado—.

Por tanto, si queremos que los bioplásticos aporten todo su potencial a la economía circular hay que incorporar la visión del ciclo de vida y la planificación del reciclaje en su propio proceso de síntesis y producción. Teniendo en cuenta, además, que los bioplásticos seguirán conviviendo durante mucho tiempo aún con los plásticos de origen fósil.

Un tema clave, en este sentido, es la definición de estándares internacionales para el etiquetado de bioplásticos, que de información clara a los usuarios finales sobre la composición química y las opciones de reciclaje de los bioplásticos. Se evitarán así prácticas incorrectas de eliminación de residuos con los consiguientes impactos negativos en el medio ambiente.

Sectores como el de embalajes, recubrimientos, agrícola, textil o electrónica pueden beneficiarse enormemente del uso de bioplásticos, reduciendo significativamente su impacto ambiental, pero para impulsar este proceso es necesario diseñar sistemas eficaces de gestión de residuos con información clara para los consumidores, implementar programas de incentivos que favorezcan la sustitución de plásticos convencionales por alternativas más sostenibles, y desarrollar un marco normativo y político que priorice la reducción y la reutilización y favorezca las inversiones en sistemas de reciclaje cada vez más eficientes.